Ya es primavera en el Valle Amblés

Ahora que la primavera ha dejado de ser una promesa y entra por ventanas, o salimos a su encuentro, por ejemplo, al Valle Amblés, (que se viste de “Albano”), renovamos, también, el contenido del espacio cultural llamado y conocido como “COLECCIÓN AMBLES” de Muñogalindo, y lo hacemos con un soplo de juventud, de promesas y esperanzas.

Si festejamos el nacimiento de esta sala, epicentro cultural de la comarca, con la obra de artistas abulenses del pasado siglo, sin mas vínculo que el generacional, y con su lógica, rica y dispersa forma creativa, procede en esta nueva muestra aunar criterios y presentar ya una obra homogénea, “Informalista”, de 4 artistas jóvenes, también abulenses, del presente siglo (pues aparecen al panorama artístico a partir del 2.000), que siembran, todos ellos, esperanzas firmes y seguras para este siglo XXI.

Se trata de tres pintores y una escultora: Elena González, que transmite, con la obra que hoy presenta, el sentido, propósito y esencia de la muestra.

Su obra emerge desde la tierra, o desde el agua, en líneas ascendentes verticales como la propia vida. Sus formas, luego abstractas, nacen de conceptos cotidianos y reales, (que no tangibles), como El amanecer, o El Génesis. A través de ella, se explica el ciclo vital que va desde la decrepitud a la semilla, a la transformación y luego a la vida.

Elena se sumerge en una teórica metafísica y profunda, que va sintetizando y resumiendo en lo esencial. Como lo que nace del agua y de la tierra. Como lo que surge, sinceramente, de ella misma, haciéndose realidad en las materias nobles del bronce y la madera en las que trabaja; Trasladando en ellas su pensar y su sentir, en paralelo con su identidad personal.

Ana García Galindo es otra joven artista que está rabiosamente en proceso de búsqueda e investigación a un ritmo que me sorprende y, a ella misma, le desborda.

Lo que aquí nos presenta, lo mas novedoso de su promiscuidad creativa, es también una interpretación, (muy particular), de la realidad, de sus vivencias, de sus viajes y del poso que las ciudades le dejan, plasmado plásticamente en “collages”.

Su obra se materializa en un resultado pardo, negruzco, de recuerdos y datos que domina, compone y pega en horizontales. Se nutre de recortes, guías y planos de ciudad, nombres, calles y ríos plásticamente armonizados y manufacturados, que dibujan un sentimiento, y el recuerdo lejano de una vivencia, trasladada al soporte, desde sus pequeños cuadernos de bitácora, buscando la pura esencia urbana, en donde lo monumental deja el protagonismo a lo cotidiano, a lo humano y al ruido.

Traduce la realidad en sensaciones abstractas y simbólicas, creando ciudades insólitamente nuevas.

Otro de nuestros pintores también interpreta una realidad inexistente. Inexistente hasta que Albano la ha materializado en colores e inmensos planos verdes, (de ahí que la primavera se vista de Albano). El pretexto, o el título es “La nueva agricultura”. Un sueño utópico que ubicó, primeramente, en el África desértica, con dunas convertidas en vergeles, y más tarde en una prolongada primavera universal, que tiene a Albano por cantor, por traductor mimético y sintético; Todo el sentido de primicia, de nacimiento y renacimiento, parece resuelto en una sola pincelada verde preñada de textura y aún de movimiento leve. Su obra se presenta tremendamente espontánea y fácil, como si sus cuadros fueran producto solo de su inspiración y genialidad y no de su trabajo.

Albano Hernández lleva consigo y aporta a esta muestra un largo bagaje curricular de éxitos sucesivos que le sitúan, ya de pleno, en el panorama pictórico nacional e internacional.

Y finalmente, en Gerardo López es donde la realidad queda más lejana. El resultado geométrico abstracto proviene de la conjugación de signos y direcciones con una melódica y armónica construcción de colores que transforma en secuencias musicales. Su argumento es “el puntillismo”( muy lejos del sentido lumínico que inspiró al impresionismo francés y más próximo a la abstracción cinética del húngaro-francés Vasareli) que transforma la superficie plana y rígida en impresiones ondulatorias de movimientos blandos, creando una tercera dimensión, una ilusión de profundidad en el cuadro en el que penetra, se pierde y se marea el espectador, quedando integrado y prisionero, anímicamente, en ese laberinto de formas; De unas formas extremadamente definidas y personales que consolidan un estilo “Gerardo López” solo amenazado por su evidente juventud, susceptible, aún, de mutaciones sorprendentes.

Carmelo San Segundo

Comisario de la muestra

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