Nos han gustado esos lienzos, esas pinceladas hechas para llevarnos mas allá del color. Bodegones y personajes resguardan vida en su fuero interno, solicitando la mirada, pues un pintor no tiene otro semblante que el de los personajes que resucita. Un pintor recorre antes de ahora todos los senderos futuros. Salvaguarda de un pasado que nos ennoblece, anunciador de mayores esperanzas. El pintor es sobre todo servidor de la luz que guía el ingenio entre sus composiciones pensadas detenidamente.
Sin embargo, el título de la exposición es difícil de entender. Dice: «Del realismo a la locura». Realismo… vale, ¡¡qué difícil es reflejarlo!!, pero eso de la locura… confieso que no capto bien esa palabra después de haber mirado largo tiempo esas composiciones de frutas, flores, objetos, sin olvidarme, claro está, de su tercera fase. Ésta expresa, a fin de acercarse a los territorios de la modernidad, esas cosas rehusadas por el hombre de la calle. Este último paso de Carmelo San Segundo no es más que el reflejo de nuestro presente que vivimos más arriba de la noche de las hogueras que él enciende. El pintor no tiene otro enemigo que el hábito y sólo éste, puede amenazarle si no pone cuidado en ello. Este San Segundo nuestro, estoy convencido de ello, posee el talento para mantenerse siempre en vilo… Su obra es dominada por un instinto de pintor que comunica un gozo sensual al extender y coordinar colores, al hacer brotar una sensualidad hecha de puro goce. Una distinción que es el sello de su ingenio y demuestra que este arte es más dominado de lo que uno cree.
René Verdier
La Gazette (de la Vallée du Lot). Jueves 2 de agosto de 2007.
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